La educación parvularia ha tomado mayor importancia en los últimos 20 años. Actualmente muchos discursos políticos alrededor del mundo hablan de la relevancia de «invertir en educación inicial» y prometen mayor cobertura y dinero dedicado al sector. En Chile, la recién electa presidenta Michelle Bachelet prometió durante su campaña que duplicará el número de salas cuna y jardines infantiles, además de garantizar el acceso a jornada extendida para los hijos de padres que trabajan.
¿Pero cual es la razón de esto? ¿Por qué los gobiernos están dando tanto énfasis a la educación inicial?
Las razones son principalmente económicas.
En el año 2006 el economista estadounidense James J. Heckman publicó una serie de artículos en los que, basándose en resultados de investigaciones realizadas en Estados Unidos, analizó las ventajas económicas que podría tener que un niño asistiera a educación parvularia en comparación con uno que no lo hiciera. Concluyó que muchas situaciones originadas por desigualdades sociales y económicas podrían evitarse si a temprana edad, los niños desarrollaran «habilidades cognitivas y no-cognitivas esenciales para el éxito económico».
Es decir, si los niños pequeños (especialmente de contextos vulnerables económicamente) son sometidos a ambientes estimulantes, desarrollarán habilidades que les permitirán aprender más eficientemente durante edades más avanzadas, por lo que tendrán más posibilidades de entrar a la Universidad, conseguir un mejor empleo, ganar mejores salarios, comprar viviendas, pagar más impuestos, cometer menos crímenes y utilizar en menor medida los sistemas de salud y bienestar. En términos económicos, invertir en educación inicial permitirá al país obtener un mayor retorno en el futuro. Esto es lo que se conoce como la ecuación de Heckman.
Muchos países han tomado esta ecuación, inserta en la lógica de «capital humano«, como un fundamento importante – junto con otros estudios – para aumentar la cantidad de dinero destinada a la educación inicial, esperando que los análisis del Premio Nobel J. Heckman se apliquen en sus contextos locales de igual manera que lo demuestran las investigaciones en Estados Unidos, convirtiendo a la educación parvularia en «La Respuesta» a gran cantidad de problemas sociales que enfrentan.
Pero esto no es tan simple como parece. Pensar la educación parvularia desde esta perspectiva no ha generado las consecuencias esperadas (al menos en Estados Unidos) y ha traído consigo una serie de efectos problemáticos.
De acuerdo al académico del Instituto de Educación de la Universidad de Londres Peter Moss, al menos cuatro implicancias negativas ha tenido la instalación casi universal de esta lógica económica en educación inicial. En primer lugar, el enfoque económico produce que se hable en términos económicos, se den argumentos económicos, se determinen objetivos económicos y los economistas tomen un papel protagónico en la definición de políticas públicas. En segundo lugar, esta lógica trae consigo la idea de calidad, ya que parte del discurso implica que para obtener los resultados esperados se necesita que los procesos sean de calidad, lo que genera una locura por querer encontrar aquello «que funciona» y llevarlo a la práctica, muchas veces transportando políticas de lugares lejanos sin tomar en cuenta las particularidades de cada país. En tercer lugar, el discurso económico es tan poderoso y dominante, que prácticamente no permite la aparición de otros discursos que justifiquen la educación parvularia. Y finalmente, Moss menciona que simplemente se pierde el sentido de la educación inicial. Enajenadas por querer obtener calidad y parecerse a aquellos países denominados exitosos, las sociedades no definen lo que significa calidad para ellas y se olvidan de discutir las razones por las que realmente se necesita educación inicial.
¿Qué esperamos en Chile de la educación parvularia? ¿Cómo queremos que sean las instituciones para niños menores de 6 años? ¿Por qué?