Los recuerdos de infancia pueden influir de maneras inesperadas en nuestras propias filosofías sobre la vida y nuestras identidades profesionales. Como educadora, me gusta desempolvar antiguas historias que tengo en mi mente y reflexionar de qué manera ellas han ayudado a dar forma a lo que pienso hoy sobre la niñez, la educación y las relaciones con los demás.
Muchas veces, al estar cerca de niños pequeños, conversar con ellos y observar lo que hacen, aparecen en mi cabeza recuerdos de niña que – quiero creer – me ayudan a empatizar mejor con ellos e involucrarme de manera más genuina en sus actividades y juegos. Me acuerdo por ejemplo, de la sensación de estar volando en un columpio y la mini-angustia que sentía cuando algún adulto me empujaba desde atrás. A pesar de que hoy me sigo columpiando seguido, ya no siento lo mismo porque mi cuerpo es más grande y pesado. Es interesante como a veces algunos conceptos como velocidad, tiempo o riesgo, pueden llegar a tener significados tan distintos para adultos y niños.
Hace algunas semanas, Karen Horsley y Helen Penn, ambas profesoras de la Universidad de East London en Inglaterra, publicaron un artículo donde cuentan una experiencia que realizaron con estudiantes de educación parvularia, en la que investigaron biografías e identidades. Básicamente les preguntaron: «¿De qué manera reflexionar sobre tu experiencias de infancia hace una diferencia hoy en tu práctica diaria?». Las respuestas fueron muy diversas y sorprendentes.
Grace, por ejemplo, una de las estudiantes, cuenta que vivió su infancia en Gana, África, rodeada de amigos con los que solía trepar árboles de mango y naranjos. Cuenta que la gente de su comunidad se encargaba de vigilar a los niños que jugaban, y no había necesariamente un padre o madre supervisando a sus propios hijos. Ella creció sabiendo que cualquier miembro de la comunidad estaba cuidándola, disciplinándola y enseñándole cosas. Los demás niños eran vistos como sus hermanos y hermanas. Ahora que es educadora y trabaja con niños en Londres, trata de dejar mucho tiempo para que exploren, jueguen y aprendan las cosas a su manera, sin estar encima de ellos todo el tiempo, excepto incentivando a que se diviertan y colaboren entre todos.
Omolabake, otra de las estudiantes, cuenta que ella llegó a Londres cuando tenía 4 años y no hablaba nada de inglés. Recuerda la sensación de no poder comunicarse y de encontrar algunas palabras simplemente intraducibles. Ahora que trabaja con niños, dice que tiene mucha paciencia con aquellos niños que no hablan bien inglés, y trata de buscar con ellos otras formas de comunicación que sean efectivas.
Finalmente Nicola, nacida en Sudáfrica, creció toda su infancia rodeada de educadoras y profesionales de la educación. Su mamá trabajaba muy duro y no podía cuidarla en casa, por lo que la dejaba en el jardín temprano en la mañana y la retiraba ya entrada la tarde. Nicola recuerda que las educadoras eran maravillosas, que le entragaban mucho amor y se sentía segura con ellas. Ahora que ella misma es educadora, cree que es muy necesario demostrar mucho afecto y amor a los niños, entregándoles tiempo valioso que tal vez no tengan ellos en casa. Por esa razón, dice hacer un esfuerzo todos los días para sentarse con los niños y escuchar lo que tienen para decir.
Las investigadoras, recopilando muchas de estas historias, concluyen que los recuerdos de infancia aparentemente influyen en las estudiantes tanto para escoger la carrera de educadora, como en su trabajo diario con los niños. Lamentablemente – argumentan – muchos de estos recuerdos y deseos de educar entran en conflicto con las altas demandas de su trabajo. Por ejemplo, los nuevos requerimientos del gobierno que buscan «preparar a los niños para la escuela», limitan en gran medida el tiempo que las educadoras pueden dejar para el juego libre y la exploración.
Parece una tarea fundamental de las educadoras y educadores, el revisar sus propias experiencias siendo niños y pensar de qué manera éstas han influido en su forma de pensar sobre la infancia y la educación. De esta manera, es posible dar más sentido a nuestras prácticas y tal vez resistir algunas imposiciones que creemos inadecuadas, o cambiar algunas pre-concepciones que necesitan ser revisitadas.
Puedes encontrar el estudio completo aquí.