En una entrada anterior escribimos sobre algunas nuevas teorías dentro del campo de la educación parvularia que – desde hace ya varios años – están cambiando la manera en que pensamos sobre los niños y niñas, y la educación infantil en general.
Hoy profundizaremos en cómo estas nuevas filosofías y teorías han criticado aquellas que ya estaban establecidas como LA GRAN VERDAD, y de qué manera nos hacen dar la vuelta y pensar de una forma diferente sobre, por ejemplo, el»desarrollo infantil».
Quién no ha tenido en su formación como educadora, un curso (o tal vez dos) sobre Desarrollo Infantil. Para muchos, el conocimiento sobre esta disciplina es una de las características que definen a las educadoras, y lo que se estudia en ella entrega una base para todo lo demás: el currículum, las didácticas, la evaluación, etc. Esto ha tenido una enorme influencia en la manera en que pensamos sobre lo que los niños pueden hacer o no (nuestras expectativas), y las experiencias que les entregamos (nuestras prácticas).
Sin embargo, como hemos comentado anteriormente, estas teorías del desarrollo infantil han sido altamente criticadas por teóricos postmodernos o post-estructuralistas, argumentando que ellas no toman en consideración suficiente los contextos sociales y culturales en los que los niños viven (Dahlber, Moss & Pence, 1999). Las críticas se han dirigido particularmente a:
- El foco de las teorías del desarrollo infantil se encuentra en el individuo, en vez de considerar a los niños dentro de un contexto social, cultural y político.
- Las teorías del desarrollo son normativas, es decir, implican que todos aquellos que no se adecúan al modelo que la teoría propone son considerados como «no normales».
- La noción de que los niños están «en proceso» de convertirse en adultos y los supuestos que los adultos hacen sobre los procesos de los niños son más valorados que las nociones mismas que los niños puedan tener.
- El supuesto de que existe un patrón universal de desarrollo que se aplica a todos los niños, es decir, que todos los niños pasan por las mismas etapas alrededor de las mismas edades.
Todas estas críticas son perfectamente válidas. ¿Qué significa entonces esto para nosotras como educadoras? ¿Cómo tenemos que entender a los niños y niñas? ¿Nos olvidamos de las teorías del desarrollo? ¿Todo lo que aprendimos está mal?
Todas conocemos algunos niños que se ajustan perfecto a los modelos teóricos de Piaget (1963) o las etapas descritas por Erickson (1963), pero al mismo tiempo, todas podemos identificar también a un número de niños que no necesariamente encajan con estas predicciones, que «se salen de la norma», y que hacen difícil la tarea de planificar y evaluar porque esperamos que todos sean relativamente parecidos.
Ciertamente tenemos que hacer algún tipo de actualización a las teorías que alguna vez aprendimos. De la misma forma que actualizamos las aplicaciones de nuestro teléfono sin removerlas o cambiarlas por otras, tenemos que incorporar nuevas ideas a aquellas que creimos por tanto tiempo.
Existe una sensación generalzada de que las teorías del desarrollo son estáticas, que una vez que las aprendiste, se quedaron así por el resto de la vida. Sin embargo, es importante saber que hay mucho conocimiento que se va creando, y las teorías van cambiando.
Por esta razón, no podemos continuar pensando sobre las teorías del desarrollo infantil de la misma manera que lo hicimos cuando las aprendimos. De alguna manera tenemos que incorporar algún tipo de reflexión crítica, ya sea desde nuestra experiencia práctica al observar a los niños y niñas día a día, o desde los nuevos conocimientos que se ha ido creando y dando a conocer. Siempre tenemos que estar reflexionando al respecto.
Daniel Walsh (2002) propone que a pesar de todas las críticas, las teorías del desarrollo infantil son necesarias, ya que nos dan una base para entender a los niños y sus familias, sin embargo, tenemos que considerar que:
- Existen múltiples perspectivas y muchas maneras diferentes de explicar cómo los niños se desarrollan y aprenden.
- La utilidad de las teorías del desarrollo infantil está directamente relacionada con los contextos en los que se aplica
- Todos formamos parte de contexto sociales y culturales, por lo tanto entender a los niños significa también entender sus contextos
- Las teorías pueden cambiar, por lo tanto las implicancias de estas teorías en la práctica también cambian
- Es necesario desafiar, cuestionar y reflexionar sobre los supuestos que hay detrás de las teorías que aprendemos.
Rogoff (2003) sugiere que el desarrollo solo puede ser entendido en los contextos culturales, que la gente se desarrolla como miembro de una comunidad, por lo tanto el desarrollo debe ser entendido solo a la luz de las prácticas culturales y las circunstancias comunitarias. Esto significa esperar y valorar distintas cosas de los niños. Lo que para unos puede ser muy normal en un contexto, para otros puede ser extremadamente peligroso o inadecuado en otro contexto cultural. Por ejemplo, en Japón es normal que los niños vayan a la escuela solos desde muy pequeños, mientras en otros países eso es considerado inaceptable y los padres podrían ser castigados si lo permiten.
Es fundamental entonces, que consideremos a los niños y niñas en contexto, y pensemos en múltiples maneras de entender e interpretar las diferentes situaciones que observamos.
Referencias
Dahlberg, Moss & pence (1999) Más allá de la calidad en educación infantil – perspectivas post-modernas. Falmer Press, London.
Walsh (2002) What to do with developmental theory? Update it and extend it: It’s not sufficient, but it’s necessary. Paper presentado en la conferencia anual de la American Educational Research Association, New Orleans.
Rogoff (2003) The cultural nature of human development, Oxford University Press, Oxford.