¿Te suena el nombre de Erikson? ¿Qué tal Skinner? ¿Y Piaget? ¿Montessori? ¿Vygotsky? ¿Bandura? ¿Chomsky? Seguramente algo sobre ellos leíste en la Universidad y conoces ciertos conceptos claves sobre sus ideas y teorías relacionadas con el desarrollo infantil, el desarrollo del lenguaje y teorías sobre el aprendizaje. Tal vez alguno en particular te llamó más la atención y conoces su obra en profundidad.
En fin, de alguna manera u otra las educadoras estamos familiarizadas con un cierto número de autores e ideas que aprendimos durante nuestros estudios iniciales, que nos han aportado con algunas teorías o modelos para entender aspectos de nuestro trabajo que pueden ser difíciles de comprender. Por ejemplo, por qué la gente se relaciona de maneras particulares, cómo funciona el cerebro de los niños o cómo la sociedad tiene un impacto en el desarrollo de una persona. En el fondo, estas teorías nos ofrecen una «forma de saber», que influye en nuestro pensamiento y en nuestro actuar.
Pero ¿Qué sucede con estar teorías una vez que las aprendimos, estudiamos y luego explicamos en un examen final?
Sabemos bien que no permanecen intactas en nuestros recuerdos. Luego de varios años de práctica – si no hemos vuelto a interesarnos en el tema – vagamente podemos mencionar algunos conceptos, medio confundidos, y tal vez recordar algunos aspectos claves de cada una. Sin embargo, sin que necesariamente nos hayamos dado cuenta, ayudaron a formar en nuestra mente, conjuntos de supuestos sobre – por ejemplo – cómo aprenden los niños, cómo crecen y cómo debiera ser el proceso de enseñanza.
Tal vez no nos acordamos quién dijo qué cosa, o si realmente es algo que leímos en algún texto, pero en base a estas teorías creamos ciertos supuestos, que influyen en la forma en que pensamos, en aquello que creemos y la manera en que actuamos. Con el tiempo, las educadoras empezamos a ver el mundo de cierta manera particular, explicando lo que ocurre a nuestro alrededor en base a esos conocimientos que alguna vez adquirimos y obviamente a las experiencias que vamos teniendo. Por ejemplo, si alguna vez aprendimos que los niños son como esponjas que absorben todo lo que ven a su alrededor, actuaremos de una manera muy diferente a que si aprendimos sobre los niños como agentes activos, que construyen sus aprendizajes.
Sin importar qué perspectiva hayamos adoptado, ésta tendrá un impacto en la manera en que creamos los ambientes de aprendizaje, en la forma de enseñar que adoptemos y en la manera en que formemos nuestras relaciones profesionales. Sin embargo, para muchas de nosotras, si alguien nos pregunta ¿Por qué actúas de esa manera? o ¿Por qué distribuyes así los muebles de la sala? … nuestra respuesta será algo así como «Es lo que he probado y me ha resultado», apelando más a nuestra experiencia que a las teorías que aprendimos alguna vez.
Esto no quiere decir que hayamos perdido todo lo que aprendimos y que los años que pasamos estudiando fueron inútiles, sino que las conexiones que hemos establecido entre aquello que aprendimos y nuestras prácticas diarias son débiles o simplemente nunca los entendimos. Porque no es lo mismo entender un concepto de manera teórica que entenderlo cuando lo tenemos que aplicar.
Todo esto puede parecer muy natural y normal, sin embargo tiene una pequeña trampa: aquellas teorías e ideas que aprendimos mientras estudiamos van cambiando, y si no estamos realmente conscientes de por qué hacemos lo que hacemos, existen muy pocas posibilidades de que podemos re-teorizar nuestras prácticas y comprender las nuevas teorías (o modificaciones a las viejas teorías) que se han ido construyendo con el tiempo.
Ilustración: http://yoirene.com/87677/961581/illustration/creative-mind-poster
Me parece fundamental que las educadoras, al igual que un médico, arquitecto, ingeniero civil o cualquier profesional tenga argumentos teoricos para sustentar sus decisiones, es el criterio profesional minimo que la sociedad y los niños y niñas esperan de nosotras, por lo que, creo que es muy necesario desarrollar ese ejercicio desde las practicas iniciales en la formacion profesional asociando los diferentes saberes y disciplinas como un todo integrado que como tu señalas van configurando un estilo pedagogico coherente…que ademas debe estar solidamente fundamentado, ello otorgara altura y profesionalismo a nuestro quehacer y podremos verificar por que en el contexto unico de cada estudiante aquella propuesta pedagogica es la indicada.
(no puedo poner tildes en este teclado)